lunes, 29 de octubre de 2012

CARTA DE AMOR A TERUEL (VICTORIA TRIGO)



Victoria Trigo

El pasado 15 de junio publiqué en esta bitácora la entrada  TERUEL: LA ETERNA 3ªCité una frase sesgada de la Carta de Amor a Teruel de Victoria Trigo que provocó un comentario que, a su vez, ha dado pie para que la autora de dicha carta me la envíe completa con el ruego de que la haga llegar a dicho comentarista.


Cumplo este cometido con mucho gusto y aprovecho para manifestar públicamente el afecto y la admiración que profeso  tanto por Victoria Trigo como por Antonio Castellote (BERNARDINAS). Ambos, extraordinarios escritores.

Hola Luis:

Hoy he visto ese comentario en Teruelandia en el que alguien juzga equivocadamente mi CARTA DE AMOR A TERUEL a raíz de haber leído un solo fragmento de la misma.
 
Te adjunto el archivo con la misma y me gustaría que lo hicieras llegar a esa persona. Yo he intentado contestar en ese foro incluyendo la carta, pero no ha sido posible dada su extensión.
 
Lo único que he modificado en el archivo es mi dirección electrónica, pues ya no es la de "able" y, dada mi perseverancia en la literatura, me he permitido añadir "Escritora" al pie de mi firma.
 
Muchos saludos y hasta más oportunidades,
 
Victoria



Publicada el 29 de Noviembre de 2000 en el Diario de Teruel.

Esta versión que se facilita a continuación tiene los tiempos verbales modificados pues la original se compuso en presente.

Cedida para publicación en el boletín del Centro Aragonés de Barcelona.- Casa de Aragón, a petición de Luis Antonio Pérez Cerra, de la Peña Turolense.


A los de Teruel que salieron de su cuna
pero siguen estando en ella, con todo afecto
desde donde manda el corazón.

CARTA  DE  AMOR  A  TERUEL


Zaragoza, fecha de siempre

Querida provincia:

            Desde que en mis primeras nociones de Geografía aparecías precedida de la conjunción “y” que te confería -como sigue sucediendo ahora- la calidad de punto final a la enumeración de la trilogía del Aragón que, según luego fui conociendo y confirmando en los desequilibrados censos, tan mal distribuye aglomeraciones y soledades, te consideré como la eterna tercera, la última de un fácil encadenamiento de topónimos que encabeza una locomotora capital, con más vanidad que potencia, que a la hora de los problemas parece muy olvidada tanto de su provincia, como de las que ocupan sus dos humildes vagones, uno de los cuales lleva tu nombre: Teruel.

             Yo, que desde mi residencia en esa aludida locomotora, he viajado en mi tiempo libre por los hermosos parajes de las bellezas y silencios de este discreto y desigual tren de tan escaso significado en el entramado nacional, saco hoy billete para asomarme a la realidad de nuestra Comunidad Autónoma desde el confuso cristal de tu vagoncillo que colea con más temblor que brío, agitando su incierto farolillo rojo, como apéndice desgajado de un tronco de savia seca.

            Núcleos de padrones desangrados, apenas un punto en un mapa, un recuerdo fugaz, unos minutos, unos pasos sorprendiendo cascotes, buscando un alguien a quien preguntar qué es aquello, un disparo de máquina de fotos que altera el zumbido de una avispa, el crujir de un madero prisionero de la carcoma... y enseguida un coche marchando de ellos, como asustado por haberse perdido en un laberinto de sierras, vacíos y misterios de la tierra abandonada que habla con el eco de la ausencia. Porque tú, Teruel, tienes alma de estar acostumbrada a mirar muchas espaldas partiendo para no retornar, tienes rostro de lágrima encallecida, de horizonte enlutado, de masico desvencijado y acabado, de minas ciegas y estériles, de infinito color de polvo y angustia visceral, de un proyectar la mirada a esa línea interminable, bisagra del aquí y el allí ya no alcanzable por la vista que habla de ocaso, de cielo desplomado, como si esas aldeas hoy inertes, mortajas de adobe y maleza, hubieran nacido muertas.

            Y bien sé que también hay galas de postín en tu equipaje: sabor profundo a carne curada con denominación de origen en tu gastronomía, vuelo mudéjar de tus torres encaramadas a la atalaya de su tratamiento de Patrimonio de la Humanidad, caprichos que miran hacia el alto desde Montoro -y hacia abajo en las oquedades de Molinos-, atardeceres anaranjados enamorados de la muralla de Albarracín, piel de aceite sedoso y tacto de cerámica en tus ancestros, verdes pulmones de bosques ignotos, cascabeles de aguas por las rutas del aflorar de tus ríos, senderos que reclaman pies para caminarlos, seria elegancia de plazas porticadas, inmensas puertas blasonadas, rejas afiligranadas que anudan hierro, calor y trabajo... Y todo esto y mucho más, aderezado por el esfuerzo anónimo de esas modestas luciérnagas incombustibles, plenas de imaginación y creatividad, que desde su inquebrantable voluntad en salir adelante, aportan generosamente y sin reservas tiempo para estudiar y divulgar tu cultura, para crear convivencia, sociedad de minorías en torno a las raíces, alumbrando alternativas, incólumes ante los obstáculos, ordeñando duros de cada peseta, pariendo boletines, programas de actividades, siendo anuncios vivientes de que, pase lo que pase -y quizás también pese a quien pese-, tú Teruel existes.
           
            Existes, pero tu voz es débil, tu lamento está ensordecido y tus palabras son recibidas como sílabas arracimadas sin fuerza ni acentos. Por eso Teruel paraste el día veintinueve de Noviembre, porque quieres y mereces vivir por encima de la caridad de unos presupuestos diezmados, porque no basta permanecer en la grata poltrona de los amantes y el torico para que te salgan las cuentas, para que las despensas sean bodegas fecundas para todos los tuyos y los que puedan venir. Ese día veintinueve paraste, Teruel porque aún estás viva y no quieres que tus tambores sean lúgubres plañideras enmarcando tu muerte. Paraste porque sabes que no hay pueblo más muerto que aquél resignado a morir. Y porque tú, Teruel, aunque eres experta en perder, no lo eres menos en ganas de prosperar.

            Expreso mi amor a ti, hermana pequeña, a ti criatura malherida que, como un mar sin agua tornas tus ojos yermos a Aragón -y muy en mayúsculas a ese Zaragoza que en algunos aspectos casi te resulta un Madrid- para reclamar la solidaridad, la cordura y el compromiso necesarios para que el futuro no sea para tus parajes y tu entidad un trasunto de espejismo pretérito, una anécdota para subir puntos en el examen de un alumno empollón, una estampa de museo y costumbrismo, una foto sepia enterrada en el archivo de la nostalgia. En definitiva, Teruel, ese día veintinueve de Noviembre de ese 2000 que se nos escapó, fuiste faro pregonero del aliento que te resta, cronista de las deudas de los de arriba para contigo, campana impenitente que expande su trueno para no renunciar a la pervivencia en igualdad de oportunidades, a través de la adecuada explotación de tus recursos, consiguiendo las infraestructuras crónicamente pendientes y, más allá del protagonismo de ser en esa fecha reina por un día coronada en cabeceras de titulares, alcanzar la estabilidad imprescindible para afrontar soles y tormentas, amaneceres y ocasos, alegrías y penas en esta vida que, además de ser difícil para muchos, para algunos como es tu caso, Teruel marchita, por causa de los atropellos del poder totalitario como sujeto activo, de un lado, y del conformismo de muchos de los afectados como agente pasivo, se está degradando a imposible.

            Pero aunque ese duro y feroz imposible llegara a perpetrarse, aunque no haya indulto para tu condena a sobrevivir en esta agonía desterrada de los paraísos que puedas soñar, aunque tus viejos lloren y las jóvenes generaciones aguarden en el patético banquillo de una estación fantasmagórica la llegada de un tren cuyos raíles te prometen hace muchas décadas y elecciones, no olvides Teruel, que con tu mal y tu bien, con tu nunca y tu siempre, con mis guerras perdidas, con mis quimeras renovadas, me apearé de la vorágine del rápido y huero progreso de las autopistas virtuales y los vocablos digitales para decirte, del modo que quienes te defienden y yo entendemos, sencillamente te quiero Teruel.

Mª. Victoria Trigo Bello


Escritora, estudiosa de la cultura popular aragonesa y articulista habitual en diversas publicaciones aragonesas.


sábado, 20 de octubre de 2012

MI PRIMERA ESCUELA: ARRABAL DE TERUEL



Escuelas del Arrabal 

Cada vez que accedo a Teruel, siempre por la misma entrada, traspaso los Arcos y miro hacia la izquierda. Allí se encuentra, a punto de cumplir los cien años, un edificio modernista singular que me trae recuerdos indelebles: la Escuela del Arrabal (ahora, Archivo Histórico Provincial). El artífice  de este edificio fue Pablo Monguió Segura (Tarragona, 1865 – Barcelona, 1956). Trabajó como arquitecto municipal y provincial de Teruel. Utiliza un lenguaje modernista para la arquitectura civil y un neogoticismo decimonónico para satisfacer la demanda religiosa. Lo mejor del modernismo turolense es obra de este insigne arquitecto.

Allí tuvo lugar mi primera experiencia docente, fuera de las prácticas que hacíamos en las Anejas de la Normal de Magisterio. Fue una experiencia inolvidable. Durante cierto tiempo sustituí a un amigo en un curso de alfabetización nocturno para gitanos que se llevaba a cabo en este barrio humilde, extramuros de esta pequeña capital.

Solo asistían mujeres de diversas edades. Charlaban sin cesar, alguna venía con su churumbel en brazos, y no tenían más pretensión que aprender a firmar (dibujar la firma) para dejar de ser analfabetas. Creo que apenas pude enseñarles nada, pero lo pasábamos bastante bien. Yo  aprendí a tocar palmas y, echándole un poco de imaginación, a leer las manos. Otro logro, por mi  parte, fue que desde entonces miro a estas personas de otra manera... Con mejores ojos.




Los Arcos

viernes, 5 de octubre de 2012

El Goya pasa a llamarse TEATRE GOYA CODORNÍU




  


Todo tiene un precio, hasta la identidad... Y no me gusta nada. A este paso acabaremos vendiendo el alma...si es que todavía no la tenemos hipotecada.

El Teatre Goya del Centro Aragonés de Barcelona, uno de los más antiguos y recientemente reformado por instituciones aragonesas y catalanas, pasa a llamarse TEATRE GOYA CODORNÍU, tras un acuerdo entre Focus, la empresa explotadora, y la empresa Codorníu productora de cavas catalanes. Se trata, parece ser, del primer teatro en Cataluña que estrena la fórmula de colaboración estable con una marca. 

Esta iniciativa forma parte del objetivo de las empresas de artes escénicas de buscar nuevas fórmulas que ayuden a los teatros a paliar las dificultades económicas por las que atraviesa el sector, a las que se añade, a partir del 1 de septiembre, la subida del IVA.

A partir de este acuerdo, el teatro Goya recibirá una cantidad de dinero - que no se ha desvelado - y a cambio Codorníu podrá disponer de una fila de 20 butacas en el teatro para sus actividades sociales y culturales.

El Teatre Goya, dirigido artísticamente por Josep Mª Pou, viene ofreciendo desde 2008 una programación, con altibajos, que goza del favor del público en líneas generales. La prueba es que tiene una ocupación media del 70 %. Un auténtico éxito, dados los tiempos que corren...Presumo de haber asistido casi a la totalidad de los estrenos.